30 ene 2014

Grandes rutas: El camino de Santiago


La historia del Camino de Santiago se remonta a los albores del siglo IX con el descubrimiento del sepulcro de Santiago el Mayor, evangelizador de España. El hallazgo de este santo mausoleo está rodeado de una rica imaginería popular que en vez de distorsionar ha preservado y llenado de colorido la narración histórica.


El camino de Santiago ha significado en la historia europea el primer elemento vertebrador del viejo continente. El hallazgo del sepulcro del primer apóstol mártir, supuso encontrar un punto de referencia indiscutible en el que podía converger la pluralidad de concepciones de distintos pueblos ya cristianizados, pero necesitados en aquel entonces de unidad.

Conscientes de la importancia que suponía tener una reliquia como los restos de Santiago el Mayor para sus intereses militares –necesitaban guerreros y dinero en su lucha contra los moros, las monarquías españolas colaboraron activamente en el éxito del camino santo.

Los soberanos de Aragón, Navarra y Castilla se esforzaron por atraer a sus dominios a gentes ricas y poderosas de otros países, por lo que utilizaron todos los medios a su alcance para seducirlos. Intercambios de presentes, política de matrimonios y proclamación de los favores que otorgaba el Apóstol si uno iba a visitar su sepulcro. La creencia cada vez más extendida en los milagros de Santiago provocó que la gente comenzara a peregrinar hacia Santiago de Compostela para obtener su gracia.

El primer peregrino conocido fue Gotescalco, obispo de Puy, el año 950, en unión de una importante comitiva; más tarde recorrería el camino Raimundo II, marqués de Gothia, quien sería asesinado en el trayecto, y un siglo después visitaría la tumba del apóstol el arzobispo de Lyon. Y junto a estos peregrinos ilustres caminaron creyentes de todas las condiciones, cada vez en mayor número.

El camino de Santiago ha ido unido indisociablemente a la cultura, a la formación y a la información. Cuanto se decía, predicaba, contaba, cantaba, esculpía o pintaba en el camino alcanzaba siempre a más gente y a más lugares. Gracias a su influjo en el arte y la literatura, Compostela junto con Jerusalén y Roma se convirtió en meta de la sociedad cristiana, especialmente a partir del siglo XI al XIV. El camino, fenómeno peregrinatorio jacobeo, llegaría a ser un foco catalizador de toda la sociedad cristiana.


Las rutas hacia Santiago de Compostela

La mayoría de los peregrinos llega a Santiago por el llamado "Camino Francés", pero existen otras seis rutas históricas por las cuales se puede hacer el camino santo. Lavía francesa es la más transitada y la más promocionada, entra en España por Roncesvalles y Sompot, en los Pirineos y atraviesa las comunidades autónomas de Aragón, Navarra, La Rioja, Castilla y León y Galicia.


La segunda ruta conocida es la del"Camino Norte". Entra en Galicia por Ribadeo, desde la costa, y por A Fonsagrada, desde el interior, una vez recorrido la costa española del Cantábrico a partir de Irún atravesando Euskadi, Cantabria y Asturias.

Fue hasta el siglo X el más frecuentado. Los peregrinos procedentes del norte de Europa y de las Islas Británicas hacían su peregrinaje por mar siguiendo el denominado "Camino Inglés", desembarcaban en el puerto de la Coruña o en el de El Ferrol y desde allí continuaban a pie hasta la Catedral.

También entra en Galicia el Camino Portugués, que lo hace por el municipio de Tui para seguir por O Porriño, Mos, Redondela, Soutomaior, Vilaboa, Pontevedra, Barro, Portas, Caldas de Reis, Valga, Pontecesures, Padrón, Rois, Teo y Ames, hasta Santiago. Esta ruta tiene también una variante que alcanza la frontera española por Chaves y, ya en Galicia, se une al Camino del Sureste por Verín.

La quinta ruta hacia Santiago de Compostela es el "Camino del Sureste - Vía de la Plata". Surge de la prolongación hasta Galicia de la calzada romana que comunicaba las ciudades de Mérida y Astorga. Entra en Galicia por A Mezquita, y desde A Gudiña cuenta con dos ramales que atraviesa numerosos pueblos gallegos hasta alcanzar su destino.

Otra vía elegida por los peregrinos es el "Camino de Fisterra-Muxía". Durante la Edad Media algunos peregrinos, después de venerar la tumba del Apóstol, seguían viaje hasta Cabo Neiro (Finisterre), considerado el fin del mundo.

El último camino utilizado por los creyentes es la "Ruta Marítima de Mar de Arousa y Río Ulla" que conmemora la llegada en barco del Apóstol Santiago desde Palestina. Tiene dos puntos de entrada en Galicia y se funde en Padrón con el Camino Portugués.


Los peregrinos
A lo largo de las distintas rutas que llevan a Santiago de Compostela han transitado personas de toda índole y condición: peregrinos de buena fe, por condena judicial o canónica, juglares, pordioseros, vagabundos, aventureros, prófugos, bandidos...
Los penitentes religiosos realizaban el camino movidos por una necesidad personal, sentían un deseo incontenible de visitar el lugar en el que reposaban los restos del Apóstol Santiago para lograr una relación personal con él.

Otros peregrinos, hacían el camino para cumplir una promesa efectuada al Apóstol si les ayudaba a salir con bien de alguna difícil situación. Cumpliendo también una promesa emprendían el viaje gentes que habían estado muy enfermas. Y los que estaban enfermos hacían el camino en busca de curación.


Así mismo, estaba el viajero que realizaba la peregrinación como castigo, impuesto bien por la autoridad eclesiástica, o por jueces civiles. Pero no todos los que emprendían el camino lo hacían por motivos píos, algunos "peregrinos" perseguían un beneficio económico. Había penitentes por delegación o encargo de terceros, varios recorrían el trayecto por un deseo de conocer mundo, otros se veían obligados a viajar por cláusulas testamentarias, que ponían como condición para acceder a una herencia acercarse a Santiago. Y también estaban presentes los ladrones, negociantes sin escrúpulos o herejes.
Una de las razones del aumento del número de peregrinos fue la instauración de la institución del Jubileo por el Papa Calixto II, que en 1122 posibilitó que todos aquellos viajeros devotos que se pusieran en camino en Año Santo -cuando la festividad del Apóstol, 25 de julio, cayese en domingo- y cumpliesen los requisitos venturosos de la peregrinación, se verían liberados de casi todos sus pecados. Esto provocó que el número de peregrinos que realizó el camino en el siglo XII ascendiera a la impresionante cifra de 200.000.






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